Por Óscar Dávila Jara (Moralito)
Brighella lo vio entrar ataviado con su natural traje ajedrezado. El escozor del desprecio de Columbina le volvió a abrazar el pecho y la boca se le amargó de sabor a hiel. Lo había invitado para regodearse viéndolo derrumbado, mientras imaginaba múltiples formas de deshacerse de él. Sigue leyendo