Por Saúl Dávila Huízar
Simplemente apareció, nadie supo de donde vino ni porqué, al principio pasó desapercibido y todos creyeron que se trataba de uno más de esos males pasajeros que igual que llegan se van. Pero hacía tiempo que aquello ya no era vida, que en los rostros de los habitantes de aquel pueblo se reflejaban las dolencias arrastradas durante siglos, en sus ojos la maldad que había encontrado un cálido cobijo para crecer y alimentarse, llenaba una a una las caras de la gente. Nadie se interesó sobremanera, era quizá un acontecimiento entre muchos otros de los que a diario salpican la vida de una sociedad acostumbrada a lo inaudito, a sobrevivir catástrofes que una y otra vez la reducían hasta sus cimientos y a sus hombres a unas pálidas sombras en las que no había lugar para la conciencia o la memoria. Sigue leyendo