Por Óscar Dávila Jara (Moralito)
Ese día el cielo se ennegreció y empezó a lanzar unos goterones que dejaban sus manchas húmedas en la tierra, recuerdo que rápidamente recogí y enredé la piola teniendo cuidado de no picarme con el anzuelo y pensé que con un clima así era imposible continuar cualquier día de campo. Cuando la lluvia arreció alcancé a ver como del otro lado de la laguna todos corrían a refugiarse a la casa grande, de la cual todavía me encontraba lejos. Sobre la ladera del robledal, mucho más cerca, estaba la finca que hacía las veces de troje y hacia allá me dirigí. Al llegar empujé el gran portón de madera, abriéndolo solamente lo necesario para poder pasar, después volví a emparejarlo y con la poca luz que entraba por las ventanas fui reconociendo las cosas que se encontraban en el lugar. Sigue leyendo