Por Saúl Dávila Huízar
Cuando me fui, ya todo estaba dicho. Los motivos de mi partida no convencieron a nadie pero de igual manera me marché. A esas alturas y después de tanto desmadre ¿Qué podía importarme la opinión de unos interesados nomás en el pinche dinero?. Aunque desde el principio lo confieso, yo también quise creer que la teníamos hecha, ¡qué bueno!, todo tiene su consabida dosis de riesgo, pero ¡carajo!, el que no se arriesga pues nomás no cruza el río. Y vaya que sí crucé el río, y el freeway y la playa, nomás porque el pinche de mi patrón no tenía papeles, quesque para él, gran personaje de la mafia, era más seguro cruzar por el cerro. Y ahí me tienen siguiéndolo a todas partes y pasando las de Caín, escondido en los matorrales, entre los puentes, en los tubos de los drenajes; hasta el cogote de lodo, porque de que traías un migra detrás de ti, no te quedaba otra que zambullirte en el agua por más puerca que estuviera y ya; en lo mero hondo de la charca, podías decirles de todo y hasta mentarles la madre, sin que ellos se acercaran siquiera por miedo a ensuciar el uniforme. Sigue leyendo