Chava

Por Guillermo René Dávila Huízar

Salvador fue, es y ha sido casi hasta últimas fechas un individuo carismático, en las múltiples, ocasiones que tuve la fortuna de salir con él, apenas si podía descuidarme un segundo-a esperar el camión el metro- cuando el ya se encontraba entablando relación con alguien y casi de inmediato intercambiaba teléfonos y direcciones, y desde luego no perdía oportunidad de presumir su rotulante y extraña formación o por lo menos de ofrecer sus servicios para cualquier situación legal o administrativa. Decididamente pareciera que Chava nació para cultivar las relaciones y fue quizás ello lo que lo decidió a tomar la carrera de Relaciones Internacionales. Desde luego las mujeres no fueron un problema para él, según su propio decir, su exquisita y clara fisonomía inglesa, así como su atractivo perfil griego, por no mencionar el rizado de su cabello rubio y la silueta perfecta de su cuerpo, de abdomen pronunciado, y que tan perfecto les venía a los cortes de casimir ingles de Robert’s y Liverpool, hacían imposible todo intento de resistencia por parte del genero débil. Sigue leyendo

Un sueño

 Por Saúl Dávila Huízar

De todas mis preguntas,
de todas mis respuestas,
¿Habrá alguna en la que no hayas estado?

Cuando quise escapar ya no me fue posible. Te di un solo boleto para que tu regreso tardara tanto como el tiempo en consumirse. Tú habrías preguntado si era fuerza que hubiese un adiós, como en todas las historias de amor que se precian de serlo, y yo entonces sin una respuesta, sólo te miré, queriendo ver a través de ti todos los años que no serían para nosotros; y traté de sonreír, con esa sonrisa que tú bien conoces y que alguna vez recordaste. El tren silbó y el último recuerdo, tu último recuerdo, fue esa mirada triste girando hacia mí, buscando descifrar que era lo que estábamos perdiendo. Las batallas vienen juntando las palabras de odio, y me llevan de la mano hasta otros confines que nunca supieron del miedo de inventar los sueños, y de olvidar las pesadillas que ensombrecen los días en la pesada carga de vivir con ellas. Sólo cuando te fuiste se abrieron los cielos dejando entrever el verdadero camino hacia el infierno, porque no volví a soñar con mi dios, ni a mi mesa llegaban sus bendiciones, sólo escuché tu voz, como el canto de una sirena, que me llevó ciego de amor hacia el acantilado donde me despeñé para darte mi corazón envuelto en llanto. Sigue leyendo

Recortes

Por Saúl Dávila Huízar

 “Two mexicans aliens were shot last night at the crossing point by officers of the border patrol no charges were formulated” The San Diego Tribune, May 9, 1989

San Diego la ciudad pez, la ciudad camino, la ciudad que se envuelve en las madrugadas del aliento que respira el mar, y que llena sus calles con los pasos de quienes buscan en sigilo, la ruta que los hará llenar todos y cada uno de sus sueños. Sueños que nunca despiertan, que se quedan colgados de la aguja del último viaje, después de todo una vida de mendicidades; sueños que atraviesan inmensas llanuras y que se quedan recostados debajo de la mesa, añorando los cielos infinitos dónde crecían sin una cerca de púas, sin la maldita obsesión de salir corriendo en pos de una mentira. San Diego vuelve todos los días a recobrar la parsimonia, a llenar las noticias de los diarios con la total indiferencia de quien se ha acostumbrado a lo inaudito, lleva en sus entrañas la sal de nuestras muertes gritadas, apaleadas, destrozadas entre miles de huellas que borran la sangre en una carrera sin sentido. Sigue leyendo

Nacho

Por Saúl Dávila Huízar

 Apareció por mi vida en momentos aciagos, para ayudarme a traspasar la línea que separa a los hombres de empresa de los mediocres. Nuestra larga amistad, nació como el fruto de las circunstancias, en una noche en la que mi patrón se fue de parranda con una de sus novias en turno, dejando desprotegido y al alcance de mi mano el teléfono: instrumento fundamental en eso de correr el negocio y mantener funcionando las endebles lealtades. Era nacho, así me lo hizo saber y estaba súper urgido de un levantón. Para esos entonces gracias a una tenaz voluntad de salir de perico-perro y convertirme, si la vida me lo permitía, en el hacedor de mi propio destino, había comprado con un esfuerzo supremo un carro y una pick-up; herramientas indispensables en esto de transportar ilegales. Sin entrar en detalles le pedí sus coordenadas, y me salí con todo y mis escasas pertenencias. Sabía, que había ganado la oportunidad de llegar a ser jefe, pero asimismo, que perdía toda posibilidad de regresar a la seguridad y el confort de esa casa y de volver a mirar otra vez a su único ojo a mi ex–patrón el tuerto. Sigue leyendo

Las entregas

Por Saúl Dávila Huízar

Cuando me fui, ya todo estaba dicho. Los motivos de mi partida no convencieron a nadie pero de igual manera me marché. A esas alturas y después de tanto desmadre ¿Qué podía importarme la opinión de unos interesados nomás en el pinche dinero?. Aunque desde el principio lo confieso, yo también quise creer que la teníamos hecha, ¡qué bueno!, todo tiene su consabida dosis de riesgo, pero ¡carajo!, el que no se arriesga pues nomás no cruza el río. Y vaya que sí crucé el río, y el freeway y la playa, nomás porque el pinche de mi patrón no tenía papeles, quesque para él, gran personaje de la mafia, era más seguro cruzar por el cerro. Y ahí me tienen siguiéndolo a todas partes y pasando las de Caín, escondido en los matorrales, entre los puentes, en los tubos de los drenajes; hasta el cogote de lodo, porque de que traías un migra detrás de ti, no te quedaba otra que zambullirte en el agua por más puerca que estuviera y ya; en lo mero hondo de la charca, podías decirles de todo y hasta mentarles la madre, sin que ellos se acercaran siquiera por miedo a ensuciar el uniforme. Sigue leyendo

La última batalla

Por Saúl Dávila Huízar

Todas las noches la espero trepado en la ventana, escucho desde que abre la puerta sus pasos que atraviesan el pasillo y suben por la escalera. Corro y me escondo bajo las cobijas, luego se enciende la luz, descubre mi cara, y me da un beso. Después, en la oscuridad, ya nada más escucho el rechinar de la cama cuando se mete entre las sábanas. Hace muchos meses que pá no está con nosotros, yo creí que siempre estaría conmigo. Lo extraño, principalmente en la Navidad cuando me ayuda a abrir los regalos; entonces siento bonito cuando descubro lo que me trajo el niño Jesús. A mi siempre me trae los juguetes que tanto me gustan: soldaditos, pistolas, rifles y cañones; tengo muchos y por las tardes, después de llegar del colegio, los acomodo como dos ejércitos a punto de iniciar la batalla y me paso horas y horas tirado en el piso apuntando y disparando con sus rifles en miniatura, colocando los cañones y haciéndolos avanzar, mientras que simulo los disparos y las órdenes de los generales. Con mis manos tiro los soldaditos que caen en medio de gritos de dolor, luego los aparto y los voy echando en la caja de juguetes, hasta que uno de los dos ejércitos resulta victorioso. Entonces recojo todo y lo guardo hasta el día siguiente. Sigue leyendo

La génesis

Por Saúl Dávila Huízar

Simplemente apareció, nadie supo de donde vino ni porqué, al principio pasó desapercibido y todos creyeron que se trataba de uno más de esos males pasajeros que igual que llegan se van. Pero hacía tiempo que aquello ya no era vida, que en los rostros de los habitantes de aquel pueblo se reflejaban las dolencias arrastradas durante siglos, en sus ojos la maldad que había encontrado un cálido cobijo para crecer y alimentarse, llenaba una a una las caras de la gente. Nadie se interesó sobremanera, era quizá un acontecimiento entre muchos otros de los que a diario salpican la vida de una sociedad acostumbrada a lo inaudito, a sobrevivir catástrofes que una y otra vez la reducían hasta sus cimientos y a sus hombres a unas pálidas sombras en las que no había lugar para la conciencia o la memoria. Sigue leyendo

El sueño y la bruma

Por Saúl Dávila Huízar

Desliza sus manos sobre la tela, la noche se mete entre las sábanas para tejer las ropas de los sueños y para abrirle paso a los pensamientos. Está sola como desde siempre y sus ojos que quieren ver no logran penetrar la bruma. Siente la noche y la oscuridad como parte de su ser tomándole de la mano para llevarla a los rincones de su pasado, a todos aquellos recuerdos que componen los días de la historia de su vida, la ruta de los deseos que se volvieron pócima para conjurar los sueños. Sigue leyendo

El palomo

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

El primer día de vacaciones fuimos el Fidel, la Gata y yo al arroyo del salitrillo para buscar por ese rumbo un buen mezquite. Andábamos tras una rama gruesa como las piernas de Doña Imelda, la que vende los duritos afuera de la escuela. A medio camino oímos las campanadas de la iglesia avisando que ya eran las once, apuramos el paso y llegamos a nuestro destino. Rondamos por los mezquites hasta que encontramos una rama, rechoncha, bien seca, tal como la queríamos, la Gata rápidamente se nos encaramó en los hombros para trepar por el árbol y sin decir agua va empezó a cortarla. Una vez que terminó le arrancamos las pequeñas ramas que tenía y con el serrucho le emparejamos los cortes dejando un palo como de una brazada. Tomamos nuestra preciada carga y regresamos al pueblo. Sigue leyendo

El caballo y la nostalgia

Por Carlos Pinto Núñez

Con el amanecer plomizo y el paso obligado, laborioso como el aleteo de un pájaro enfermo, el viejo, vuelve de trabajar. Dobla la esquina y su nostalgia diaria, aprendida de memoria, llega puntual, con la exactitud de un reloj antiguo, recorriéndole el cuerpo de huesos cansados, de carne fría, de ojos somnolientos que imaginan la salida del sol, allá, en el horizonte compuesto por una inmensidad de casas y edificios que a esa hora se antojan monstruos tristes. Nunca se detiene, camina sobre la banqueta pestilente, sobre los escombros de una noche azarosa, sobre su nostalgia regada durante años; la nostalgia vieja, más que él, porque las nostalgias nacen viejas y envejecen y se vuelven achacosas, graves, obsesionadas en un recuerdo. El lo sabe y desde la esquina extraña el campo pálido de otoño con voz de hojarasca; el campo y sus mañanas de enero con trinos entumidos de pájaros friolentos; el campo, la noche y la luna de la noche cantando una canción amarilla que nadie oía, el campo verde, verde y más verde de muchos verdes mojados de finales de junio. Sigue leyendo