Por Óscar Dávila Jara (Moralito)
Llegaste a media mañana sin la menor intención de dirigirme la palabra, como si yo no existiera, como si el tiempo que hemos vivido juntos no significara nada. Se puede decir que ni me viste, si acaso, era yo otro mueble más en la decoración de la casa. Arrastraste tu fastidio hasta la habitación y te encerraste en el baño. Tu silencio se hacía cada vez más pesado con el sol del mediodía. El calor húmedo se precipitaba inundando de sopor el aire, mientras los hielos se derretían en mi vaso. Sigue leyendo