El nagual

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

La oscuridad cerraba la noche y el viento silbaba arrastrando las nubes que olían a próxima lluvia. Las ramas de los árboles se inclinaban como haciendo reverencias. Los grillos sólo de cuando en cuando cantaban y su canto se confundía con el llanto del niño. Dentro de la choza, con el corazón apretujado de angustia, Dolores abrazaba a su criatura que hervía en fiebre. El viento que se colaba por las hendiduras de la puerta hacía bailar la llama de la vela provocando que la sombra de Dolores se meciera grotescamente en las paredes de la choza. Se inició el repiqueteo de las gotas golpeando el techo de la vivienda y el viento arreció azotando las paredes. El llanto del niño se había convertido en quejidos secos, apenas audibles en el rumor de la tormenta. El aire húmedo empezó a inundar la casa metiéndose por debajo de la puerta, Dolores arropó a su hijo y lo recostó en el catre de madera. Afuera tronaba el cielo como si se fuera a caer en pedazos. Con frazadas y trapos tapó las rendijas de alrededor de la puerta y puso las trancas para que ésta no fuera a abrirse con el viento. A media tarde, Emilio había salido en  busca de Don Crisanto para que viniera  a ver al niño, pero lo había alcanzado la punta de la crecida, dejándolo atrapado al otro lado del río. Sigue leyendo

La dos heridas

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Envuelta por las paredes de adobe de su vivienda, Luz María contó las once campanadas del reloj del pueblo, las escuchó a lo lejos, entre el ladrido de los perros. La luna, apenas insinuándose en un cielo lleno de estrellas, iluminaba débilmente la ladera donde se ubicaba su casa. El aire entraba por la puerta abierta y agitaba suavemente sus cabellos llenándola del aroma del campo. Luz María estaba esperando a Sebastián. El domingo pasado habían convenido casarse y acordaron definir los pormenores precisamente esa noche. Mas que por los arreglos de la futura boda, Luz María esperaba a Sebastián por las ansias de su cuerpo, imaginando su olor y sus manos ásperas, con el deseo de recibirlo por primera vez en la oscuridad de su lecho. Sigue leyendo

La construcción del futuro

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Cuando por el acercamiento del sol, se incrementó la temperatura de la tierra y se inició el deshielo de los polos, los hombres de ciencia de todo el mundo se reunieron a estudiar las posibilidades de supervivencia de la humanidad. Las bases del estudio consideraban preservar la vida humana en ciudades acuáticas y con filtros solares artificiales. A partir de esto, se inició la gran cruzada de construir ciudades y espacios de desarrollo que permitieran mantener la vida de hombres, animales y plantas. Sigue leyendo

Los sueños

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Porfirio salió de la cantina y se fue caminando por el callejón, sintiendo que el brillo de las estrellas le acariciaba la espalda. Llegó a la esquina del mesón y se sentó en la piedra enterrada, sacó un cigarro y se lo puso en la boca, y así permaneció, respirando el aire fresco de la noche, con olor a corrales y jaras del río. Las campanadas del templo dieron las dos de la mañana y encendió el cigarro, aspiró tragando el humo y soltándolo despacio, tratando de adivinarlo en la obscuridad. Horas antes en la cantina, había estado observando a Mateo Santos, viéndolo vivir uno de sus sueños. Porfirio siempre envidió a Mateo Santos, más que a Mateo a sus sueños, pues era bien sabido que soñaba todo lo que quería. Sigue leyendo

La condolencias

Por Óscar Dávila Jara ( Moralito)

Samuel Reyna no podía olvidar el olor de esa mujer que había tomado tres días antes, a un lado del arroyo por el rumbo de la jarillera. Aún no se le borraba la marca que ella le había hecho en la oreja, todavía le dolía y él lo disfrutaba. Samuel pensaba que la resistencia de la hembra se debía a que tenía otro hombre, pero que si la mujer fuera sola, las cosas serían de otro modo. Sigue leyendo

La otra historia

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

“La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios” Jorge Luis Borges

El argentino, sentado en un bar de Nordstajarnan vio entrar a la mujer, tendría aproximadamente diecinueve años. Ella recorrió con la mirada a los parroquianos y se dirigió a él. Él la condujo a una puerta y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Ahí ella se entregó y él se entregó a sus intenciones, trato de pensar en las complicaciones del caso pero el embrujo de la historia le borró los pensamientos. Salieron y se dirigieron hacia la fabrica donde ella trabajaba. La mujer entró, arriba en la ventana del primer piso, observando la esperaba el dueño, Arón Lowenthal. Cruzó el patio y cuando quedó fuera de la vista de Lowenthal, arrojó un bulto hacia el perro que se encontraba amarrado y ladrando. El argentino esperó unos minutos y después cautelosamente se introdujo en la fabrica, vio como el perro se restregaba el hocico con las patas sin poder ladrar. Subió en silencio las escaleras y pudo ver que la mujer se despojaba de la ropa para distraer a Lowenthal, se acercó al escritorio y tomó la pistola que se encontraba en el cajón, tal como ella se lo había dicho. Disparó tres veces. Mientras veía como la sangre iba tiñendo el piso oyó a la mujer hablando por teléfono — Ha ocurrido una cosa que es increíble … — fue lo último que el argentino escuchó, en ese momento salió de la fabrica y desapareció. Años más tarde se conocería la otra historia de Ema Zunz.

Bienvenido

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

A las tres y media de la tarde, las bocinas del Cine Colonial abren el silencio poniendo fin a la sobremesa y a la siesta de mediodía tocando festivamente la Marcha de Zacatecas. Se anuncia la función doble con excepcional programa de cine mexicano y después inicia el concierto del pueblo con “Me caí de la nube en que andaba…” y se siguen sucesivamente “El rey”, “Valentín de la Sierra”, “Albur de amor” y una serie de melodías del género ranchero y norteño. A las cuatro de la tarde, nuevamente con la Marcha de Zacatecas empieza la función vespertina que termina a las siete de la noche y de nueva cuenta empieza el desfile musical para la función de las ocho. Así repetidamente todos los domingos, martes, jueves viernes y sábados de cada semana, durante los cuales se incorporan los nuevos éxitos del momento al acervo musical de Colotlán. Por las mañanas, los amigos, los que ya usan botas y sombrero invitan a escuchar “El nuevo cariñito”, “La loba catrina”  o “El cerillaso” esta última de los Tremendos Gavilanes Juan y Salomón. Sigue leyendo